A la mayoría de las personas desde pequeños nos han enseñado a decir gracias, pero solo en ocasiones específicas, como en las que otros hacen cosas por ti, cuando alguien es amable, o cuando estamos reunidos en familia festejando, pero a casi nadie nos enseñaron la gratitud como una práctica diaria, nuestra cultura tiene la tendencia a pedir en lugar de agradecer, muchas veces nuestra relación con dios, el universo, la vida y con nuestros seres queridos consiste en: “dame, quiero y necesito”, sin embargo el poder de la gratitud es algo muy antiguo.
Los monjes hace cientos de años decían que, si la única oración que hiciéramos diariamente fuera “gracias” con eso sería suficiente, actualmente este tema ha tomado fuerza por la nueva cultura que estamos creando día con día, en donde estamos volviendo hacia el corazón, hacia los valores del pasado y nuestra verdadera esencia, y ojalá que más allá de que la gratitud se vuelva una moda, sea un rescate a esta práctica diaria.
Sin embargo, el vivir en una práctica constante de la gratitud va más allá de agradecer cuando cumplimos años, cuando nos dan un aumento en el trabajo o cuando empieza el año, la gratitud como un estilo de vida es una historia que me puedo contar todos los días y que trae grandes beneficios.
El problema de vivir una vida en donde constantemente estas pidiendo es que, lo que le estas diciendo a tu mente es que no tienes suficiente, que no eres basto, que necesitas más y más. Todos tenemos esta voz que viene de nuestro cerebro reptiliano, que es esta parte de supervivencia en nuestro cerebro, esta supervivencia lo que quiere es pedir para sobrevivir, entonces si nosotros nos permitimos vivir en ese estado de inconsciencia es una historia de necesidad la que nos estamos contando.
Cuando te encuentras a una persona que constantemente está pidiendo en todo, en los negocios, en la familia, a dios, ¿Cómo ves a esa persona? ¿La vez como una persona abundante y que tiene riqueza, o la verías como una persona que tiene escases y pobreza? Evidentemente la percibiríamos como una persona que tiene pobreza mental, pobreza de espíritu, de ideas, financiera, etc.
El quejarnos es algo normal, todos tenemos momentos de pobreza mental poque no logramos apreciar lo que tenemos, sin embargo, el reconocer la historia que nos estamos contando diariamente nos da la oportunidad de cambiarla, si no aceptamos que todos tenemos momentos en donde nos quejamos de todo en lugar de agradecer, no podemos trabajar en ello.
Cuando nos damos cuenta de que la abundancia mental viene de nosotros y no de afuera podemos cambiar nuestra realidad, una persona agradecida sabe que tiene mucho, que está creciendo constantemente y puede sintonizarse en servir primero, de ahí viene la riqueza espiritual, de servir, de apoyar, de tener misericordia, compasión, ayudar a quien lo necesita, tratar de ser una solución. Cuando damos, nuestros ingresos se multiplican en todos los aspectos de nuestra vida.
Claro que en la vida hay momentos horribles, situaciones injustas y tristes, sin embargo, podemos agradecer la lección que se encuentra dentro de esos problemas y situaciones difíciles, es fácil agradecer las cosas buenas de la vida, sin embargo, dentro de la práctica de la gratitud un punto importante es agradecer todos aquellos detalles que damos por sentados, lo más sencillo y lo más pequeño: tienes agua, tienes techo, ropa, puedes respirar, tienes tus sentidos, puedes moverte, tienes algo que comer. La gratitud es un hábito que se cultiva en las cosas más sencillas.
Cuando decimos gracias por todo lo que tenemos, nuestra mente se acostumbra a contarnos una historia de abundancia y de éxito, y cuando sentimos que tenemos y somos suficiente, nuestra percepción cambia, y esto a su vez transforma la realidad externa, y no porque el mundo cambio, sino porque nosotros cambiamos y empezamos a vivir en abundancia.
La felicidad está en darnos cuenta de lo que sí tenemos.
Estefanía López Paulín
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