Existe inseguridad alimentaria, cuando la vida de una persona o los medios de subsistencia están en peligro inmediato debido a la falta de alimentos. Hoy enfrentamos grandes retos al respecto, en parte por las sanciones comerciales y financieras impuestas a Rusia por los países miembros de la Unión Europea como bloquear el acceso al sistema internacional de pagos SWIFT (por el cual no son reconocidos los pagos con tarjeta bancaria), limitar las exportaciones e importaciones y restringir las rutas de sus aerolíneas a ese país.
Moscú actuó en consecuencia. Redujo la venta de gas a naciones de Europa del Este, y les obligó al pago en rublos. Confiscó bienes de empresas extranjeras y otras tantas decidieron cerrar sus operaciones ahí. Bloqueó además la salida de buques de carga con granos en virtud de ser Ucrania unos de los principales exportadores del mundo. La guerra está focalizada, pero ha tenido un claro impacto mundial.
El 1° de agosto el primer navío de 26 mil toneladas de maíz a bordo pudo zarpar del puerto de Odesa gracias a un acuerdo firmado en julio entre Ucrania, Rusia, Turquía y la ONU para desbloquear los puertos ucranianos y aliviar la demanda agrícola mundial.
Aún existen 20 millones de toneladas de granos varadas, cuyo volumen apenas representa el 1% de la producción global; pero como cualquier asunto económico dio pie a la especulación en los mercados agrícolas que elevaron los precios. Es común escuchar a analistas decir que la inflación y los altos precios de los alimentos se relacionan con “la guerra”. Y en parte eso es cierto, pero también lo es la intermitencia de las cadenas de suministro, las condiciones climáticas, el precio de los hidrocarburos y los energéticos y la alta demanda mundial de productos como el trigo (la FAO estima que para un 35% de la población mundial este es un insumo básico en su dieta).
Lo cierto es que el hambre en el mundo ha ido creciendo a ritmo exponencial mucho antes del conflicto bélico. Se estima que en 2020 el número de personas que la padecían era de 800 millones.
Los productos más afectados por el bloqueo fueron el trigo, el maíz, los aceites comestibles y los fertilizantes. Antes de febrero, Rusia y Ucrania exportaban el 20 y 10% del trigo en el mundo, respectivamente. Y las naciones que más resintieron el cerco a la salida de los granos son de Medio Oriente y el Norte de África. Del valor total de los productos agroalimentarios que México importó en 2021, el maíz representó una tercera parte.
Frente a este contexto económico adverso, es importante prever un escenario complejo y garantizar la autosuficiencia y seguridad alimentaria de la población.
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