Fíjense, desde el punto de vista de la sociedad civil, las experiencias de las reciente elecciones de seis gubernaturas van del extremo de los festejos optimistas por haber ganado dos estados ante Morena que recurre a todo con la ventaja de tener la sartén por el mango…hasta el del derrotismo de algunos que ahora consideran imposible ganarle en 2024 al haber mostrado fortaleza cuando ya lo daban por muerto ante tantos problemas que enfrentan como partido y, sobre todo, en el gobierno.
Ambos extremos no se sostienen y necesitamos constatar lo que pasó realmente y,
claro, en qué grado nos podría servir. Además, mucho puede cambiar en 2 años para bien o
para mal en cualquiera de las opciones: la 4T o el resto unido, incluso con Movimiento
Ciudadano.
El gobierno federal trató de establecer la narrativa de que la aplanadora oficial será
imparable, pero no lo logró del todo al perder en dos estados (Durango y Aguascalientes) y
al verse obligado a litigar en otro más (Tamaulipas). Tampoco podemos hablar de un furor
nacional o un gran mandato para la 4T pues a lo largo del país se presentó un elevado
abstencionismo: la participación ciudadana rondó el 50% en el caso más alto (Tamaulipas)
y fue de 38% en el más bajo (Oaxaca), donde sólo el 22% del electorado definió la
gubernatura para Salomón Jara de Morena.
Se insiste en que la oposición debe hacer un gran ejercicio de autocrítica y llevar a
cabo una verdadera renovación, aparte de abrirse a los ciudadanos y mostrar una gran
empatía con los grupos más desprotegidos, que crecen estos años y son constantemente
atraídos por el Amado Líder. Es la oposición, creo, la que más necesita cambiar y
fortalecerse.
Las elecciones de Estado han sido más evidentes que nunca, lo que incluye el uso
proselitista de los programas sociales de reparto de dinero. Me queda claro que los
gobernadores pueden “operar” elecciones estatales en apoyo a la determinación
presidencial de mantenerse en el poder, además de que se confirman entendimientos con el crimen organizado en zonas específicas.
Con todo, coincido en que del análisis de este 2022 no se pueden extrapolar
experiencias electorales hacia algo que pudiera servir al partido oficialista o a quienes
quieren que Morena y su 4T dejen el poder a más tardar con el resultado de la elección del
2 de junio del 2024.
El movimiento lopezobradorista sigue acumulando gubernaturas con el control en
manos de un individuo al debilitarse el estado de derecho y diversas instituciones, si bien el
INE continúa allí y los graves problemas nacionales se siguen agravando. La principal
virtud que ofrece Morena es que da la idea de un partido nuevo, aunque esté integrado por
muchos priistas y perredistas. Digamos, el ganador en Hidalgo, Julio Menchaca, fue priista
35 años hasta 2016 y ahora se convierte en el primer no priista tras 93 años de hegemonía
tricolor en el gobierno de ese estado. O en Tamaulipas el cuestionado Américo Villarreal
estuvo en el PRI 34 años hasta 2017, mientras que en Oaxaca y Quintana Roo el tradicional
voto priista igual se fue en forma masiva con los ganadores de Morena.
Bueno, luego de tantos desacuerdos y acuerdos, o tantos desajustes y ajustes, la
oposición tendrá que inclinarse por un representante como Enrique de la Madrid o Xóchitl
Gálvez o Lilly Téllez o Luis Donaldo Colosio… (sin tomar en cuenta a Alito Moreno y
otros vivales).
En la franquicia oficial podrán quedar a un lado los ya destapados pero impunes o
quemados, como Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard, Ricardo Monreal o el tabasqueño
Adán Augusto López, para dar cabida a otros menos conocidos como Esteban Moctezuma
y Zoé Robledo o algún gobernador (sin considerar a lunáticos del tipo de Noroña o el papá
de Checo Pérez). Aquí el requisito básico sigue siendo que quien aspire sea leal hasta la
sumisión, sin que tenga que ser competente.
A su vez, ayer se difundieron en Estados Unidos los avances en la investigación que
lleva a cabo el Comité de la Cámara de Representantes sobre el asalto al Capitolio del 6 de
enero del 2021 en Washington. Se caracteriza a Trump como alguien que no iba a aceptar
un resultado adverso en la elección presidencial y, en todo caso, reclamaría fraude en un
intento por impedir la certificación de la victoria de Joe Biden, por medio de un golpe de
Estado para mantenerse en el poder.
Este, oigan, es un buen ejemplo de lo que en México su amigo el presidente podría
ver como una opción si se le complica el 2024.