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Cuidado de personas con discapacidad, no es una tarea exclusiva de un género

Se ha dicho que tradicionalmente se delegó a las mujeres el trabajo de cuidadoras y acompañantes de personas con discapacidad o adultos mayores. Discursos feministas señalan además que esto fue parte de la estrategia del patriarcado de mantenerles al margen de los espacios públicos, confinadas por supuestas habilidades especiales, el de hacerse cargo de sus padres en la última etapa de su vida.

Si recuerdan la obra de Laura Esquivel, Como agua para Chocolate, este es uno de los principales argumentos, dentro de la naturalidad con la que pretenden que la mujer menor incluso no debía casarse, pues atendería un rol que le correspondía por tradición. La obra es una crítica a esta estructura, a través de la resistencia y rebeldía de la protagonista que rompe el esquema social al que le pretenden someter.

Lo anterior me sirve de preámbulo para visibilizar una situación existente, pero también me abre la puerta para abordar la que he vivido en carne propia al reconocerme como acompañante de mis menores hijos en su proceso de educación formal, así como en las necesidades especiales que derivan de su condición y finalmente, al estar al cargo de mi señor padre en su condición de lento andar.

Estar en una reunión de padres de familia ha sido un descubrimiento de grandes satisfacciones y fuertes compromisos, pero también de cierta incertidumbre al compartir el espacio con puras madres de familia. Llegué a reflexionar si aún no se normaliza el que varones también puedan asistir a convivencias, entrega de calificaciones, demostraciones de avances y recopilación de evidencias de las y los menores. Pero también sé que no soy el único que lo ha vivido.

Además de los presenciales, están los espacios virtuales, en lo que me he dado cuenta están integrados casi por mayoría de mujeres. Finalmente son espacios valiosos donde intercambian experiencias, consejos, recomendaciones, pensamientos y estados de ánimo, que muchas veces sirven hasta de contención ante las crisis, producto del estrés en los cuidadores.

En los centros educativos donde estudian mis hijos, también se realizan actividades extracurriculares, de convivencia, recreación u ocio, exclusiva para los menores y en los espacios de espera, casi siempre hay sólo mujeres.
Aunque parece que seamos pocos, soy testigo de la cantidad de hombres que inconsciente de las nuevas prácticas al ejercer las paternidades o concientes de ello y comprometidos, realizan dignamente el rol de padre, acompañante, asistente, compañero, cuidador o terapeuta de niñas y niños con capacidades especiales y de adultos mayores.

Pero aún nos falta encontrarnos en el camino, compartir experiencias, fortalecer nuestras prácticas, unir esfuerzos para exigir a autoridades el cumplimiento de sus obligaciones en el tema de inclusión y, crear espacios presenciales y virtuales para el ocio y esparcimiento de propios y de las personas a nuestro encargo.

Por lo anterior, les invito a participar en este grupo y generar sinergias en favor de la inclusión.

Seguiremos informando.

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