Apenas 24 horas después de anunciar que era seropositivo, la vida de Freddie Mercury, uno de los más grandes vocalistas de la historia del rock, se apagó ante el estupor de una humanidad que empezaba a conocer los efectos devastadores del sida. Hoy, treinta años después de su muerte, numerosos fans le rindieron homenaje ante la que fue su casa en Londres.
Corría 1991 y el fantasma del sida ya había salido de los círculos marginales para convertirse en una enfermedad que atacaba también a ricos y famosos.
El 7 de noviembre, el legendario basquetbolista Magic Johnson, uno de los personajes públicos más populares en la década de los 80, reveló en una rueda de prensa de que era portador del VIH. Poco más de dos semanas después, el 23 de ese mismo mes, Farrokh Bulsara, más conocido por su nombre artístico Freddie Mercury, difundía un comunicado a través de su agente.
«Tras las enormes conjeturas en la prensa durante las dos últimas semanas, deseo confirmar que he dado positivo en VIH y que tengo sida», anunció el cantante, pidiendo respeto a su vida privada.
Solo un día más tarde falleció, a los 45 años, en su casa de Logan Place, en el acomodado barrio londinense de South Kensington. Por allí delante desfilaron este miércoles decenas de admiradores del cantante de Queen.
Si la última casa del líder de Queen se ha convertido en su mausoleo, eso se debe sobre todo a un misterio, quizá el gran secreto que queda por resolver sobre la vida (o mejor dicho, la muerte) del polifacético artista.
Tras su fallecimiento, los restos de Mercury fueron incinerados y su expareja Mary Austin (a quien llamó el «amor de su vida» en la canción «Love of my life») los llevó a un lugar que nunca ha hecho público.
En 2013, pareció resolverse el enigma. Una pequeña placa aparecida en el cementerio de Kensall Green, en el oeste de Londres, parecía señalar el lugar donde sus restos fueron depositados.
El texto de la placa de bronce decía: «En memoria amorosa de Farrokh Bulsara. 5 Sept. 1946 – 24 Nov. 1991» (las fechas de nacimiento y muerte del cantante) y estaba firmada por «M», aparentemente en alusión a Mary Austin.
Pero solo unas semanas después de que la prensa británica difundiese ese descubrimiento, la chapa desapareció, sin que se haya vuelto a saber de ella.
Como dijo la propia Austin en una entrevista, «él quería que fuese un secreto y así seguirá siéndolo».
Con información de EFE