La modernidad ha enseñado al viejo Filósofo que por lo menos existimos siete tipos de analfabetas: 1.- El electoral, 2.- El político, 3.- El ecológico, 4.- El educativo, 5.- El espiritual, 6.- El emocional y 7.- El laboral.
1.- El analfabeta electoral, desconoce el valor de la democracia, si gano hay elecciones limpias… si pierdo hay fraude. Ignora que en una elección se gana o se pierde pero lo importante es que gane nuestra democracia y con ella México.
2.- El analfabeta político, cree que el camino de la democracia se finca en violentar a quienes no comulgan con sus ideas, desconoce que la política es el arte supremo de la reconciliación y el acuerdo.
3.- En el analfabetismo ecológico, tal es el daño que hemos hecho a la madre tierra con la basura toxica, la deforestación, la contaminación, la depredación del medio ambiente y la erosión de suelos, entre otras, que además de impactar en nuestro bienestar, la naturaleza ha respondido con un cambio climático que se siente en todas las regiones del orbe, con sequias, tornados, ciclones que devastan la vida. Estamos desarmonizados con la naturaleza.
Recordemos que una sabia frase dice: “Dios siempre perdona, el hombre a veces… la naturaleza nunca” y el daño que hacemos a nuestro medio ambiente, se nos están regresando. El analfabetismo ecológico, no es sólo un tema gubernamental… es responsabilidad de todos.
4.- En el analfabetismo educativo, es una deuda que estado y sociedad tienen con los pobres, es la incapacidad que tiene el ser humano para realizar las operaciones básicas de leer y escribir, Jesús Reyes Heroles afirmaba que “Es caro alfabetizar a un hombre… pero es más caro no hacerlo”. El analfabeta educativo es pobre entre los pobres, aspiro a que los gobiernos del mundo, –con sus más de 750 millones de analfabetas–, entiendan que alfabetizar, es mucho más que enseñar a leer y escribir… es preparar al hombre para la vida.
5.- El analfabetismo espiritual, crece en un mundo movido por un estilo de vida, basado en la tecnología, en la búsqueda del poder político y el dinero, que nos lleva a olvidar que en lo espiritual esta la fuerza de lo trascendente y lo eterno. Hemos omitido aprender a bendecir la vida, desde el milagro del nuevo amanecer, pasando por la salud, el techo, el pan en la mesa, hasta las manos que se abalanzan para ayudarte. Por buscar los bienes materiales, hemos omitido mantener una relación armónica con Dios. El encuentro con la espiritualidad nos conduce a la paz y luz interior, nos ayuda a aprender, a contar las bendiciones y no los problemas. Cuando te das el permiso de mantener una excelente relación diaria con Dios “Las bendiciones llegan como el salario de tu trabajo espiritual” y te recuerdan que: “Lo que es imposible para los hombres… es posible para Dios.”
6.- El analfabeta emocional, es incapaz de saber que el cuerpo es el escenario de nuestras emociones y que una emoción negativa no procesada adecuadamente, basada en el odio, el rencor, el resentimiento, la envidia… el miedo, invariablemente termina en enfermedad, que es una desarmonía entre el alma y el cuerpo.
El analfabeta emocional desdeña el valor de sus emociones y de los demás, tiene una pobre vida afectiva, desconoce que las emociones más sanadoras son la que surgen de la alegría, del poder del amor, del entusiasmo, la felicidad, que no sólo le dan una perspectiva diferente a tu vida, también la llenan de químicos como la serotonina e inmunoglobulina que traen a ti salud y armonía, a la vez que fortalecen tu sistema inmunológico y llenan tu vida de salud emocional, física, psíquica y mental y social.
7.- El analfabeta laboral, no valora su trabajo, ignora el dolor que genera en todas las esferas de la vida, el desempleo que daña a más de 190 millones de seres humanos en el mundo. Hace de su trabajo una pesada carga, en la que no hay emoción, ni creatividad, ni entusiasmo, tampoco energía vital, mucho menos alegría.
El analfabeta laboral, olvida disfrutar el incuestionable gusto por la vida y con ello, aprender que el éxito y la genialidad en una faena se ganan con algo de inspiración y mucha transpiración, esa que llena de perseverancia el trabajo fecundo, que siempre te lleva por el camino de lo mejor para ti, que te ayuda a perder el miedo de ir en pos de tus sueños laborales. El que quiere trabajar en la vida, siempre encuentra los medios ¡el que no… los pretextos!, por eso el viejo Filósofo dice: “Trabajar nunca mato a nadie… pero pa’ que ‘inga’os arriesgarme”
Lo del analfabeta laboral, me recuerda la ocasión en la que el General Álvaro Obregón montando a caballo andaba trabajando y se acercó a una choza, inmediatamente un gran perro comenzó a ladrarle amenazantemente, a la vez que le mostraba sus descomunales colmillos. La dueña, al ver la escena le dice:
— Apéese mi general y pase pa’ dentro. No tenga miedo… ¡el perro está capado!
— ¡Señora!, –responde el general– Tengo miedo de que el perro me muerda, no… ¡QUE ME HAGA EL SEXO!
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