Llegó el momento de la despedida. Viví contento, me voy contento; fueron las palabras con que Miguel Armando Alvarado Alejo, conocido por muchos como el Doctor Barbahan, se despidió de su familias, sus amigos y todos aquellos que lo admiraban o simplemente lo conocían. «Una vez que entras al covid, ya sólo eres una hoja seca que arrastra el vendaval. No estén tristes porque ni yo estoy triste, estoy agradecido con la vida, gracias por todo a ustedes» publicó en su cuenta de Facebook días antes de morir a causa del covid-19.
Nació en La Chona, Nuevo León. Siendo un niño aún, su familia se trasladó a vivir a Matehuala, de donde era su madre. En la adolescencia pasó a San Luis Potosí, vivió en San Miguelito. Estudió en la Escuela de Física. En la década de los 80 se trasladó -buscando ganarse la vida- a Ciudad Juárez, donde hasta lechuga comercializaba.
Ya en los 90, de regreso en tierras potosinas, se incorporó a la planta docente de su Universidad Autónoma de San Luis Potosí donde impartió las materias de Geometría, Física del Electrón, Cálculo y otros.
El apodo que lo siguió hasta su muerte, Doctor Barbahan, surgió en sus años de estudiante, primero entre sus amigos, luego con sus alumnos y luego con todo San Luis Potosí pues llegó a ser un destacado y prolífico escritor, sobre todo de cuento y poesía, actividad que combinaba con la bohemia, la investigación y la cátedra.
Quienes tuvieron la oportunidad de tratarlo de cerca lo recuerdan como un tipo sencillo, de trato amable y simpático, siempre amigo, siempre dispuesto a escuchar a los demás y a compartir una palabra de aliento. Los círculos políticos también lamentaron su muerte, lo describen como un hombre de izquierda, participativo y preocupado por los temas sociales.
En su despedida, el Doctor Barbahan pidió a los potosinos visitar su página para que sigan leyendo sus cuentos, tal vez así pueda seguir viviendo…