Isabel Suárez tiene 20 años y una hijita que lleva siempre en su espalda soportada con un rebozo. Han pasado tres días desde que inspectores de Comercio la agredieron, le quitaron su mercancía y la destruyeron pero ella sigue buscando la vida vendiendo plantitas con valor de 10 pesos.
El rostro de Isabel muestra la paz que le da dedicarse a una actividad honrada; vender plantitas para ganar su sustento y el de su pequeña hija que siempre trae cargada en la espalda.
La agresión que sufrió a manos de inspectores de Comercio Municipal fue grabada en video por transeúntes y automovilistas y es así como su caso se convirtió en una bandera social. La condena es unánime y así lo expresan usuarios de las diversas plataformas como Facebook y Twitter, donde se viralizaron las imágenes.
Isabel tiene 20 años y, desde hace uno, se dedica a vender plantar y flores que le traen de la Ciudad de México, busca clientes en el Centro Histórico de San Luis Potosí, pero si no hay venta camina y va casa por casa ofreciendo su mercancía. Tiene una hija que alimentar y eso le da fuerza para seguir adelante, por eso, cuando platica la historia de la agresión, habla con serenidad, pero sin titubeos, describe que, mientras caminaba, se percató de que la seguían dos inspectores, un hombre y una mujer, la funcionaria era la más agresiva, fue quien la jaloneó, le quitó sus plantitas y las destruyó mientras que el inspector le advertía que traía un bebé e la espalda y que tuviera cuidado.
Si la agresión no pasó a mayores fue porque transeúntes y automovilistas insultaban a los funcionarios empoderados con un chaleco azul y un gafete que los habilita para hacer cumplir la ley, no para abusar, y con un alcalde, Xavier Nava, en conflicto con un grupo importante de comerciantes ambulantes en el centro de la capital potosina.
Con la serenidad que le da dedicarse a una actividad honesta, Isabel dice «yo defendí mis plantitas, les pedí que me dieran chance porque no me habían dado un aviso, les dije que sólo iba en tránsito pero no entendían razones, me quitaron 10 plantitas y las las destruyeron. Yo de eso me mantengo y sé que son malos, que son muy agresivos pero debo ganarme la vida.
Isabel creyó, cuando fue abordada por los inspectores que se habían equivocado de persona, que, de hecho, les preguntó «¿Están seguros que soy yo?» Porque le gusta cumplir las reglas, porque no quiere problemas y porque debe cuidar de su hija pero, en respuesta sólo le dijeron «tienes un reporte».
Acto seguido, sin importar si estaba bien parada o sin importar si la bebé que lleva a cuestas estaba afianzada en el rebozo, la inspectora la empujó para luego jalarle una rejita de madera donde tenía ordenadas sus plantitas.
En esta lucha desigual, esta joven madre salió perdiendo el viernes, pero la fuerza que le da la vida y la necesidad de ganar su sustento le ha hecho volver a las calles a ofrecer sus plantitas de 10 pesos.
La condena por la agresión que sufrió Isabel es unánime, es así como se pueden leer comentarios como: Pinches abusivos hambriados, cómo no cierran negocios grandes, dejen que los comerciantes trabajen, hay que respetar a las personas que no hacen mal a nadie, así pónganse con los rateros, no con la gente trabajadora.
Hay cibernautas más intrépidos como Salvador Núñez que advirtó Cuando vaya para SLP voy a vender algo así para que me salgan los inspectores, Yo sí les parto su madre aunque me metan al bote. Bola de méndigos, eso no se hace.
Otros como Juan Castillo reprocha que Derechos Humanos se dedique sólo a sacar rateros del bote y a ponerle trabas a la gente honesta.
La vida sigue, Isabel le pone al buen tiempo buena cara, repuso su reja de plantitas y sigue recorriendo el centro histórico buscando clientes para ganarse un poco de dinero para enfrentar la crisis que ha provocado la pandemia de covid-19.