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¡Tirado y sin fuerzas!

Cada nuevo amanecer lo primero que este Filósofo hace, es una oración y con una sonrisa en los labios da gracias al Señor por el milagro de la vida, después de bañarme y tomar una taza de café de olla, leo el periódico, inmediatamente me dirijo al patio trasero y me digo a mi mismo ¡Ya chingué! y me pongo a echarle ganas a la vida.

El Filósofo de Güémez ha tenido la humilde visión de dedicar su trabajo diario, sus fortalezas… su vida entera, a reivindicar el poder energético y terapéutico del sentido del humor del que los mexicanos gozamos a raudales, porque ahí radica la fuerza de mi compromiso contigo, la de entregarte una visión amorosamente positiva de la vida.

Cada día este viejo campesino se deleita compartiendo el humor, será porque pedagógicamente me enseña a hacer en cada momento lo que corresponde, dándome los suficientes motivos para regocijarme en su vitalidad, además de ayudarme a expresar lo complejo de la vida en el lenguaje y en las palabras más coloquiales, simples y sencillas.

El humor crea en quien lo lee o lo escribe, lo escucha o lo dice, una alegría que inunda su corazón y un estado de felicidad que delicadamente te acerca al Señor, trayendo consigo una paz espiritual, un período interno de sosiego que enriquece: mente, cuerpo y espíritu y te hace vibrar con el milagro de la vida.

Mi vida tiene un dilema, no sé si el humor vive para mí o yo vivo para el humor, lo que sí sé es que somos una dualidad indisoluble y que éste ha logrado transformar mi vida imprimiéndole entusiasmo y una visión positiva sin comparación.

A veces me da la impresión de que sonreír es la manera más directa para que entren en un diálogo fecundo, mente, cuerpo y espíritu y te enseñen que por cada minuto que tengas de cólera, odio, enojo o resentimiento renuncias a hacer tuyos 60 segundos de inigualable felicidad.

Mientras el apego, la insatisfacción, la inmovilidad y la rutina son condiciones implícitas del deterioro prematuro de tu mente y cuerpo, el buen sentido del humor es un pregonero del milagro de la vida, que siempre será la mejor noticia, además, no sólo te hace HOY más sabio que ayer, sino que también te ayuda a acomodar las piezas que el universo te provee y es una buena nueva, en una época en la que la violencia y el desaliento por la pandemia del Covid-19, dan escasos motivos para estar alegre.

A propósito del humor, “Cierto día el viejo campesino de allá mesmo se encontraba regando el florido jardín del patio de su casa, cuando hasta él llegó Eglantina, –la atenta enfermera de la clínica del IMSS– como siempre hermosa, agradable, coqueta y llena de seductora sensualidad.

Una vez agotado el tema sobre el coronavirus, la joven se despide notando que él tenía la bragueta abierta, buscando el lenguaje más idóneo para la ocasión amablemente le dice:

  • Por cierto Filósofo, ¡La puerta de tu cuartel está abierta!

El campesino de Güémez por el momento no entendió el comentario; pero poniendo a funcionar su agudeza mental se dio cuenta de que el cierre de su pantalón estaba abajo.

El gesto inteligente y sutil de Eglantina le hizo gracia y decidió aprovechar la oportunidad para coquetearle un poco:

— Y dime, cuando observaste que la puerta de mi cuartel estaba abierta, por casualidad ¿no viste también a un vigoroso y macizo soldado en posición de firmes?

— ¡Fíjate que no Filósofo! Lo único que vi entre dos viejas mochilas de campaña fue un alicaído veterano de la revolución… ¡TIRADO Y SIN FUERZAS!”

 

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