
“Disiento totalmente del criterio muy personal de usted de que hay un hecho que ensombreció la historia de México. Hay un hecho que ensombreció la historia de unos cuantos hogares mexicanos. Yo le puedo decir a usted que estoy muy contento de haber servido a mi país en tantos cargos como lo he hecho. Estoy muy orgulloso de haber podido ser Presidente de la República y haber podido, así, servir a México. Pero de lo que estoy más orgulloso de esos seis años, es del año de 1968, porque me permitió servir y salvar al país, les guste o no les guste, con algo más que horas de trabajo burocrático, poniéndolo todo: vida, horas, integridad física, peligros, la vida de mi familia, mi honor y el paso de mi nombre en la historia. Todo eso se puso en la balanza. Afortunadamente salimos adelante. Y si no ha sido por eso, usted no tendría oportunidad… ¡Muchachito! De estar aquí preguntando”
Gustavo Díaz Ordaz, Expresidente de México;
respuesta a un reportero al ser cuestionado sobre su nombramiento como Embajador de México en España, por los hechos del 2 de octubre de 1968
Resultado de la nula participación de la fuerza pública en el control y disuasión de hechos criminales desprendidos no de manifestaciones, si no de actos de clara provocación en las protestas en diversas entidades de la República, así como del abuso de la autoridad policial que derivo en la muerte de jóvenes en Oaxaca, creo pertinente hacer un alcance a mi colaboración de la semana anterior.
Nuestro País tiene dos graves taras en la operación policial; por un lado, no ha podido deshacerse del sentido de abuso permanente de superioridad jerárquica que nos ha llevado siempre por el camino de la tortura en todos los pasos del proceso de intervención policiaca, ello como resultado de la falta de profesionalización, capacitación, buena paga y ahora, por si fuera poco, la infiltración del crimen organizado.
Detenciones ilegales, mala interpretación de protocolos (sanitarios, anti drogas, revisión, etc…), derivan en lesiones, muertes, detenciones mal hechas, liberaciones premeditadas o por omisión, en fin, en cuestiones de gravedad infinita que lastiman a la sociedad y que hacen que las policías sean una de las perores instituciones calificadas del País.
La otra tara es resultado – cosas más, cosas menos- de los acontecimientos de 1968 y 1971, en que protestas legitimas fueron reprimidas de forma brutal por el Estado; desde entonces, cualquier intento contención es duramente cuestionado y desde luego conlleva un alto costo político que la autoridad civil no quiere asumir.
Sin embargo, a partir de la consolidación democrática en México, la sociedad está clara que cuando las manifestaciones deriven en hechos violentos o algunos participantes realicen actos delictivos se aplique la Ley y se castigue a quienes la infligen y paguen los daños realizados tanto a los particulares como al propio estado.
Coincido en no tener los llamados grupos antimotines, que solo servían como medio de intimidación y represión, pero la autoridad debe contar con un aparato profesional en materia de aplicación de fuerza dirigida, con el fin de disuadir y controlar masas fuera de orden legal.
Ahora bien, ni las policías más profesionales del mundo están exentas de que en la vorágine de la trifulca suceda algo fuera de protocolo; el control de las masas es complicado y delicado por eso los protocolos deben incluir, elementos de derechos humanos, de procuración de justicia y observatorios ciudadanos.
CONCLUYENDO
- Castigo a quien mata a nuestros jóvenes y a quien atenta contra nuestra sociedad #JusticiaparaMéxico
- Hay una cosa clara, todos somos responsables de que se pueda aplicar la justa justicia, e inicia desde casa, nosotros los padres no podemos defender a nuestros hijos cuando llegan con objetos nuevos o dinero a mano y no trabajan, no podemos pedir que la autoridad no aplique la Ley cuando salen, rayan, rompen y destruyen lo ajeno; a eso se refiere el Presidente López Obrador cuando habla de decirles a los padres y abuelos, de ahí parte.