Un lugar de gran valor histórico es la Hacienda Panoaya, que se ubica en el municipio de Amecameca, Estado de México, la cual fue testigo de los primeros años de vida de una de las mujeres más relevantes de la literatura novohispana, ella es Sor Juana Inés de la Cruz. En el reverso del billete de 200 pesos dedicado a ella, se aprecia el patio de la hacienda. Fue Carlos I de España o V de Alemania, quien por cierto no hablaba español sino francés, otorgó en 1534 el terreno como regalo a Don Pedro Paez Izital, primer cacique del lugar, por haber ayudado a los conquistadores.
Juana Inés nació el 12 de noviembre de 1648 en San Miguel Nepantla, sus padres fueron Pedro Manuel de Asbaje e Isabel Ramírez. Llegó a vivir a la Hacienda Panoaya, misma que arrendaba su abuelo Pedro Ramírez de Santillana, de quien aprendió a leer y escribir a la edad de 3 años, no solo heredó su talento sino su biblioteca y a los 8 años escribió su primer poema. El texto está integrado en náhuatl por un total de 360 versos, es una loa al Santísimo Sacramento que fue representado en el atrio de un convento dominico de la población de Amecameca en mayo de 1657 durante la celebración del Corpus Christi. El poema tiene las primeras impresiones de su infancia, de lo que ve y lo que vive sobre los abusos cometidos contra los indios por parte de criollos y españoles, el documento fue hallado por el investigador mexicano Augusto Vallejo el 4 de agosto de 2001, más de tres siglos después de haber sido escrito.
En aquellos tiempos, las mujeres no tenían derecho de cultivarse intelectualmente, así que tuvo que estudiar los libros de su abuelo a escondidas por lo que se refugiaba en la Capilla de la Hacienda. Pedía que la vistieran de hombre para entrar a la universidad pero en 1656 cuando muere su abuelo, fue enviada a la ciudad de México a vivir con su tía y a tomar clases de latín que aprendió en tan solo 20 lecciones, su maestro, Don Martín de Olivas, Bachiller de la Real y Pontificia Universidad.
Actualmente el inmueble se encuentra abierto al público, es un parque ecoturístico con una extensión de casi 60 hectáreas, fue salvado de su destrucción en 1999 y restaurado por un patronato privado, empleando a más de 80 personas entre albañiles, pintores, restauradores y carpinteros. Su construcción fue restaurada bajo la supervisión del INAH, lo que permitió recrear una atmosfera original que se habilitó como museo para conocer de los años que Juana Inés residió aquí y a lo largo de su vida, mostrando algunos de sus libros y retratos. Se requirieron 100,000 tejas de barro, más de 40 camiones con vigas y madera para los tejados. El patio central está conformado de corredores y techos de teja acanalada, el casco, el torreón, el patio y las habitaciones así como la cocina y el horno, conservan su originalidad.
En la troje se habilitó el Museo Internacional de los Volcanes donde se aprecian diferentes tipos de piedras y materiales que estos arrojan, también se puede visitar el Parque de los Venados, la Granja para alimentar conejos, avestruces, guajolotes, vacas, borregos, llamas, camellos, etc., el Aviario, el Lago con lanchas de pedales, la Ciclopista, el Huerto Orgánico, el Laberinto Inglés de 500 metros cuadrados compuesto por arbustos para perderse por un rato, practicar tirolesa que recorre 200 metros a 12 metros de altura, pasear a caballo o en tractor, nadar en su alberca semiolímpica techada, comer en alguno de los restaurantes o simplemente disfrutar de la naturaleza admirando el hermoso paisaje boscoso que tiene de fondo a los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl.
El taller para niños donde aprenden a elaborar su propio queso es muy solicitado. Si decides visitar la hacienda y el parque en un solo día, la recomendación es que llegues muy temprano para que aproveches de todas las actividades o si lo prefieres puedes hospedarte todo el fin de semana en el hotel o en el área de acampar.