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Punto de Reunión

Zapata, Bellas Artes, San Miguelito.

El 28 de noviembre de 1911 se firmó el “Plan de Ayala”, el cual se signó con las referencias históricas “Reforma, Libertad, Justicia y Ley”. La bella metáfora que sentencia de forma contundente que “La tierra es de quien la trabaja” (hoy tan utilizada para hacer memes de clara referencia sexual, y motivo por el cual Adán fue expulsado del Paraíso y Madero asesinado sin que ningún espíritu chocarrero se lo avisara) se convirtió en dicho Plan, por lo que se puede decir que el “Ejército Libertador del Sur” hizo entrar a la poesía en acción –“La poesía es un arma cargada de futuro”, dijo el poeta español Gabriel Celaya.

Dicho Plan, grosso modo, hace referencia a las dos causas fundamentales de la revuelta zapatista: desconocer a Francisco I. Madero como Presidente, e impulsar la justicia agraria en favor del campesinado. “Para que haya paz en la nación, es necesario que todos los revolucionarios de la República reconozcan el Plan de Ayala”, dijo Emiliano Zapata al Dr. Atl, enviado de Carranza a las tierras del sur para apaciguar su virulencia. Carranza lo pudo aniquilar el 10 de abril de 1919, un mes después de que se hiciera pública una carta dirigida por el caudillo de la Patria a su verdugo, la cual hay que releer de forma íntegra por su preclara agudeza:

“Voy a decir verdades amargas; pero nada expresaré a usted que no sea cierto, justa y honradamente dicho […] En materia agraria, las haciendas cedidas o arrendadas a los generales favoritos; los antiguos latifundios de la alta burguesía, reemplazados en no pocos casos por modernos terratenientes que gastan charreteras, kepí y pistola al cinto; los pueblos burlados en sus esperanzas. Ni los ejidos se devuelven a los pueblos, que en su inmensa mayoría continúan despojados; ni las tierras se reparten entre la gente de trabajo, entre los campesinos pobres y verdaderamente necesitados».

“En materia obrera, con intrigas, con sobornos, con maniobras disolventes y apelando a la corrupción de los líderes, se ha logrado la desorganización y la muerte efectiva de los sindicatos, única defensa, principal baluarte del proletariado en las luchas que tiene que emprender por su mejoramiento […] Hoy se trata, al parecer, de infundirles vida nueva, pero con miras políticas (como siempre) y bajo la corruptora sombra del poder oficial […]

“¿Existe el libre sufragio? ¡Mentira! En la mayoría, por no decir en la totalidad de los Estados, los gobernadores han sido impuestos por el centro; en el Congreso de la Unión figuran como diputados y senadores criaturas del Ejecutivo, y en las elecciones municipales los escándalos han rebasado los límites de lo intolerable y aun de lo inverosímil […] usted llamó con toda malicia al movimiento emanado del Plan de Guadalupe, revolución constitucionalista, siendo así que en el propósito y en la conciencia de usted estaba el violar a cada paso y sistemáticamente la Constitución.

“No puede darse, en efecto, nada más anticonstitucional que el gobierno de usted: en su origen, en su fondo, en sus detalles, en sus tendencias […] usted usa de facultades discrecionales en Guerra, en Hacienda y en Gobernación […] Esa soldadesca, en los campos, roba semillas, ganado y animales de labranza; en los poblados pequeños incendia y saquea los hogares de los humildes, y en las grandes poblaciones especula en gran escala con los cereales y semovientes robados, comete asesinatos a la luz del día […] Por la intransigencia y los errores de usted, se han visto imposibilitados de colaborar en su gobierno hombres progresistas y de buena fe que hubieran podido ser útiles a México.”

Emiliano Zapata, el más valiente de los revolucionarios, el más leal a sus ideales y convicciones, y que en nada se asemeja a la forma en que el pintor Fabián Cháirez [1] lo representó como “icono gay” merced a la leyenda (nadie los vio besarse) de que sostuvo amoríos con Ignacio de la Torre y Mier, a la sazón (dirían los exquisitos) yerno de Porfirio Díaz, fue quien murió de pie por no vivir arrodillado, y quien sostuvo que “La tierra es de quien la trabaja”; en tanto que Ricardo Flores Magón conjuntó “Tierra y Libertad” en sus discursos incendiarios de la conciencia mexicana –esto para efectos de aclaración de una consulta hecha por un lector atribulado.

Cuenta Raquel Tibol [2] (crítica de Arte tan polémica en su momento como Evangelina Lésper lo es hoy, para contextualizar a ese lector milenita) que tal es el verdadero legado del zapatismo, tras la censura que sufrió, por parte del Presidente López Portillo, la exhibición de dicha carta en el Palacio de Bellas Artes (esa construcción carísima de París que compró el mismo Porfirio Díaz, el más fifí de los visionarios, o el más visionario de los Presidentes) allende 1980, ya que el entonces presidente López vio su horripilante espíritu reflejado en el espejo de esas palabras de índole condenatoria –hay (¡ay!) presidentes más desnudos de ética.

Así, a cien años y dos lustros de iniciado el movimiento revolucionario, el Partido Político “inspirado” en dicha disputa por el poder mudó de piel tricolor a una marrón, y aquello de que “La tierra es de quien la trabaja” sigue siendo una metáfora, pues resulta que muchos de los campesinos y herederos de la Revolución Mexicana no han gozado de los frutos regados con la sangre de sus ancestros. Un ejemplo de ello es una comunidad ubicada en las faldas de la Sierra de San Miguelito, en San Luis Potosí, México, y de la cual no digo su nombre para evitar censura, donde para mala suerte de sus propietarios, sus 15 mil hectáreas se han convertido en “Área Natural Protegida”, lo que las hace invendibles.

¿Quién quiere una casa de campo o una propiedad serrana que no puede vender so pena de ser acusado de inmoral capitalista oligarca y anti ecologista? ¿Quién quiere una herencia que no puede usufructuar y será presa de incendios, especuladores, campañas electorales y otras zopilotadas? Dice uno de los defensores de su legítimo derecho a no estar de acuerdo con tal Decreto, y que quiere asociarse con quienes pueden capitalizar un desarrollo inmobiliario en SU TIERRA, que esa acción mancilla el legado zapatista. Imagine el políticamente correcto lector que gana la lotería y el estado le confisca el billete cuando llega a cobrarlo al banco, “para que no haga mal uso del dinero, y por el bien de la Nación”.

Parece que ofender a Zapata está de moda, o nunca lo ha dejado de estar: lo asesinaron por no entrarle al “bisne” carrancista, los medios oficialistas lo llamaron “Atila del sur” para ridiculizarlo, y en Bellas Artes, hace cuarenta años, censuraron su incisiva carta en una exhibición que pretendía honrar el primer centenario de su natalicio y en la cual participaban los grandes pintores mexicanos del siglo pasado; mismo recinto donde el año pasado le pusieron zapatillas, lo que muchos aplaudieron y otros más, sus herederos, condenaron. Parece que, por un por mientras que puede durar una eternidad, la tierra no es de quien la trabaja, sino de quien la declara “Área Natural Protegida”, y no existen los héroes sin mácula. [1]

https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-50752839

[2]

https://www.jornada.com.mx/2007/02/25/sem-tibol.html https://www.jornada.com.mx/2009/08/08/cultura/a04n1cul

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