En el Génesis nos dicen que Dios creó la Tierra en seis días y que descansó el séptimo. Igualmente, las escrituras nos van narrando una secuela lógica, de tal forma que podemos entender las diferentes etapas de la creación. Sin embargo, si hoy en día tratamos de imaginar las posibilidades de su ocurrencia en tan solo una semana, nos resultaría muy incomprensible que todo se hubiese dado de tal forma. Ahí surgen algunas preguntas que para algunos no tienen contestación, o bien les resulta muy raro que el tiempo se pudiera contar en ciclos tan cortos, aunque no es que sean cortos, sino que fueron simplificados para que los hombres comunes y corrientes pudiésemos entender el milagro de la creación.
León Felipe, el poeta español que vivió su exilio en nuestro país, escribió un breve poema que entre sus versos cuenta, “y aquella lágrima /tan pequeña /vertida por Dios… /creció /y creció /y creció, /hasta reventar /–oh, que explosión!-/ y llenar el espacio infinito /de estrellas y constelaciones…/¡Todo nació de una lágrima!”
Lo que sucedió en realidad fue que hace 4,600 millones de años, en el espacio infinito existía una nebulosa solar masiva, sujeta a fuerzas gravitatorias considerables que pronto la transformaron en un disco rotatorio más denso en el centro y que, progresivamente, se enrareció hacia la periferia. Su temperatura era más caliente en el centro y más fría en su perímetro, hasta que la rotación de la nebulosa facilitó la formación de núcleos separados, que, por colisión, con partículas y por acción gravitatoria formaron los protoplanetas. Sin embargo, la mayor parte de masa se concentró en el centro de la nebulosa y en un momento dado se originaron reacciones termonucleares.
Así fue como nació el sol y el viento solar que barrió el polvo y el gas residuales hacia afuera del sistema solar. Para ese entonces, hace 4,600 millones de años, ya teníamos el sistema planetario solar del cual la Tierra forma parte.
¿Pero de dónde surgió esa cifra? Pues de extrapolar la edad de las rocas más antiguas de la superficie terrestre, con la edad de los meteoritos que han caído sobre el planeta y las muestras de rocas lunares que trajeron los astronautas de las misiones Apolo.
Todo esto forma parte de la teoría cosmogónica en la cual trabajo G.W. Cameron y por la cual sabemos que todo pasó hace ya tanto, pero tanto tiempo, que nos resulta dificil comprender cómo es que se originó aquella lágrima tan pequeña vertida por Dios.