
• Se habla mucho de la violencia en las relaciones, en la mayoría podemos fácilmente reconocer algunas formas de esta como las agresiones físicas y verbales más obvias, pero la mayoría de veces no nos damos cuenta o justificamos formas más sutiles que nosotros mismos utilizamos día a día. Son ataques encubiertos a los que no solemos reaccionar porque la agresión no es tan directa, o puede que incluso no se busque realmente hacer daño.
• Sin embargo, al ser constante, va destruyendo nuestra autoestima y la confianza que tenemos en nosotros mismos y en la relación. Y cuidado, porque no estamos hablando sólo de relaciones de pareja, esto es algo que se aprende en el núcleo familiar y que más tarde utilizamos o permitimos en todo tipo de relaciones.
Algunas de estas formas violentas mucho más sutiles que las mencionadas en el párrafo anterior:
• Demandar
• Tener expectativas sobre el otro y creer que él/ella tiene que cumplirlas
• Forzar nuestra voluntad en la otra persona
• Tomar el micrófono y no soltarlo durante una conversación, no escuchar a la otra persona
• No sentir al otro /otra
• Cortar todo tipo de comunicación
• Jugarle a la víctima
• Controlar
• Criticar
• Hacer bromas a expensas de la otra persona
• Culpar y quejarte
• Gritar , actuar desde la ira
• Analizar, terapear o rescatar a la otra persona
Estas son algunas de las conductas que ejercemos frecuentemente y que violan los límites de los otros llegando incluso a destruir la relación
• En general estas son conductas crónicas que surgen cuando somos provocados de alguna manera, cuando no obtenemos lo que queremos de la pareja o hijos o incluso amigos o cuando sentimos que están invadiendo nuestros límites. Y cuando nos detonan algo, actuamos compulsivamente.
Es muy posible que incluso no reconozcamos estas conductas como agresivas, sobre todo si solemos alejarnos, cortar comunicación, usar control o juicios
• “Yo puedo alejarme cuando quiera, además estoy muy enojada/o para hablar”
• “Tengo derecho de esperar esto de él (ella), es mi pareja (hij@, amig@, etc)”
• “No es que lo (la) juzgue, es mi opinión y que haga lo que quiera”
Estas conductas afectan nuestras relaciones y es importante entender que cuando actuamos de estas formas estamos dañando esa relación. Aunque la otra persona no diga nada. Necesitamos darnos cuenta de lo que hacemos y de donde viene esta conducta. Traer luz a nuestras formas de relacionarnos si realmente queremos construir mejores relaciones.
Todas estas conductas surgen de nuestros miedos:
• Miedo a ser invadidos
• Miedo al abuso
• Miedo de ser rechazados
• Miedo a la cercanía
• Miedo a ser expuestos
• Miedo a perdernos en el otro
Como hemos visto anteriormente, todos estos miedos tienen su origen en experiencias dolorosas de la infancia y pretenden protegernos de posibles daños
• Son patrones tan viejos, tan automáticos, reactivos, compulsivos, tan habituales en nosotros que ni siquiera nos damos cuenta del miedo que llevan atrás y no sabemos de que otra manera relacionarnos.
Además estamos firmemente convencidos que están justificados
Un ejemplo:
Pablo, un exitoso hombre de negocios tiene una relación con Alicia, quien está totalmente impresionada con su carisma, su inteligencia y su riqueza y le encanta que él se haga cargo de ella. Pablo permanece en control intimidándola: analizando sus fallas y sus emociones, comprándole regalos y llevándola de viaje. Cuando habla de su necesidad de controlarla, él reconoce que necesita ser el que manda para asegurarse que ella no tome ventaja y abuse de él. Es la forma que siempre se relaciona con las mujeres, las hace ver todas sus fallas y sus “debilidades”, eso le da uns sensación de superioridad y las mantiene a raya. Esto le ayuda a no sentirse vulnerable.
• Casi siempre nuestros mecanismos de defensa son violentos.
• Sin embargo, nuestra necesidad de protegernos de más dolor es tan profunda y abrumadora que no podemos ni siquiera imaginar comportarnos de otra manera y no recocemos el precio que pagamos por actuar de estas formas.
• El resultado devastador es que esta protección automática daña la confianza tan delicada que necesitamos para permitir que el amor crezca y florezca. Crea resentimiento y a la larga destruye la relación.
Ya sea que seamos nosotros los que usamos este tipo de agresión “escondida” en nuestras relaciones o que la permitimos es importante recordar algunos puntos:
• Ser consciente de que las palabras dañan tanto como una bofetada.
• No importa lo aparentemente inofensivo que sea el comentario, o lo inocente de esa bromita, si para ti no está bien, no lo permitas. Expresa tu descontento; una frase con la que puedes iniciar es “para mí no está bien….”
• Aprender a poner límites. Esto lo logramos siendo sensibles y empáticos hacia nosotros y hacia los demás. Una persona que permite ser invadida seguramente está invadiendo a otras de alguna manera. Y generalmente ni cuenta nos damos.
• Hay personas que no respetarán tus límites aun cuando lo pidas de la mejor manera. Quien no entiende que has sido herid@ carece de empatía, y no dispone de la adecuada inteligencia emocional para establecer relaciones saludables. Son personas tóxicas y lo mejor es alejarse de ellas, ya que solo te causarán sufrimiento.
El siguiente es un proceso de tres pasos desarrollado por la escuela “Learning Love Institute” para aprender a detener nuestras conductas violentas en las relaciones:
• Reconocer, frenar y contener
En este primer paso aprendemos a reconocer cuando estamos siendo agresivos hacia la otra persona, tomando como referencia las conductas mencionadas arriba. Luego necesitamos aplicar disciplina para frenar estas conductas conteniendo nuestra frustración y la compulsión de reaccionar en las viejas formas.
• Respirar, sentir e ir hacia adentro
En este segundo paso, necesitamos tomar el tiempo para respirar en la frustración, sentir la agresión, el dolor que causa y preguntarnos “¿cuál es mi miedo que está detonando esta conducta y de dónde viene?”. La forma de saber si una conducta es agresiva es tomarte el tiempo para sentir tu cuerpo, generalmente hay una contracción en el área del plexo solar, estómago y pecho, una sensación de separación, de rompimiento con la otra persona y después el dolor por haber lastimado a esa persona que amamos o apreciamos. Otro de los síntomas es que nos estamos enfocando en la otra persona.
• Reparar y reconectar
Este último paso es crucial. Involucra reparar las faltas hablando y compartiendo con la otra persona, reconociendo como estas conductas dañan la confianza, exponiendo nuestros miedos escondidos y disculpándonos de corazón.
Sin embargo, solo podemos tomar este último paso si no justificamos nuestra conducta y si realmente trabajamos con el dolor y la ira que seguimos cargando del pasado por todas esas veces que fuimos maltratados, o abandonados cuando éramos vulnerable y pequeños.