Luis, un joven preso panameño que sueña con ser chef, recuperó este viernes la libertad tras confesarse con el papa Francisco, quien visitó en Panamá un centro de detención de menores ubicado en un barrio humilde.
Con voz temblorosa y una jerga de barrio, Luis se dirigió al papa de espaldas a las cámaras.
«Le agradezco que se tome el tiempo de escuchar a un joven privado de libertad como yo, no hay palabras para describir la libertad que siento en este momento», afirmó.
Pronto, la metáfora dejaría de serlo.
Este joven panameño es uno de los 180 jóvenes detenidos en el Centro de Cumplimiento de menores de Pacora, al noreste de Ciudad de Panamá, a donde acudió el papa Francisco para llevar un mensaje de compasión.
«El hilo se corta por la parte más fina la de los pobres y la de los indefensos que son los que más sufren estas condenas sociales», dijo Francisco.
En la cárcel, ubicada en un barrio castigado por la pobreza y la violencia, el papa escuchó a cinco jóvenes en un confesionario ubicado bajo una tolda improvisada.
«Causé un daño muy profundo a un ser querido y a mí, cuando me detuvieron creí que todo había acabado», pero «meditando una noche algo me dijo que no todo ha terminado», afirmó Luis.
Condenado en 2016 por un delito que las autoridades mantuvieron en reserva, el joven explicó al pontífice que sueña con ser chef internacional para darle una «alegría» a su madre y cambiar su vida.
Lo que no sabía Luis es que minutos después de contar su vida al papa y ser confesado, sería uno de los 9 detenidos que recuperaron la libertad en dos centros del país, según anunciaron fuentes oficiales.
«Cualquiera roba, cualquiera mata y cualquiera delinque, pero cualquiera es tan valiente de atreverse a cambiar», dijo otro de los detenidos confesados, al que no se le puede identificar por disposiciones legales panameñas.
«Han cambiado mucho las expectativas de mi vida, después de escucharlo hablar (al papa) siento que ya no es necesario salir a la calle con ese temor del qué dirán, si no ser valiente y atreverme a cambiar», añadió.
El papa fue agasajado con innumerables regalos artesanales hechos por los presos, como cuadros, un báculo de madera, pan y un mueble para apoyar los pies.