Cansado de pedir ayuda para hacer justicia a su hija, un comerciante de Matehuala, de nombre Roberto, narró a códigosanluis.com, la historia de su hija, víctima de un grupo de chacales vecinos del municipio de Rioverde, con poder económico, político y mediático, que le destrozaron la vida a su hija.
Cansado de tocar puertas, pero con la fuerza que sólo tiene un padre, decidió denunciar en un programa de radio en Matehuala el caso y pidió ayuda al presidente municipal, Jano Segovia, porque a la Fiscalía General del Estado se le ocurrió ofrecer a la menor como prueba en el juicio que se le sigue a la maestra Teté, hasta ahora la única detenida en esta historia que involucra a un grupo de chacales rioverdenses.
La historia comenzó cuando Roberto, por cuestiones de trabajo, decidió ir a Rioverde y se llevó a su familia. Su hija fue inscrita en el Colegio Luis Gonzaga para iniciar su vida escolar, sin embargo, sus padres nunca imaginaron el infierno y las torturas a las que fue sometida. La niña intentó defenderse, pero no sabía cómo expresar lo que pasaba, sólo decía a sus padres que en la escuela le pegaban.
Durante algunos meses dejó de ir, pero pasado el invierno de 2016, del propio colegio les llamaron para averiguar las razones por las que no asistía a clases, así, cuando el matrimonio dijo que sufría maltratos en el plantel, les aseguraron que había llegado una maestra nueva.
Confiados, los padres llevaron a la niña a la escuela, pero ella no salía contenta como las otras niñas o niños, el 6 de marzo de 2017 la pequeña salió de la escuela con el calzón manchado de popó, no quería comer y tampoco ir al baño, se orinaba incapaz de controlar sus esfínteres de terror y miedo.
«Mi esposa no sabía que pasaba, mi hija no quería comer, como un trapito, se tiraba en el sillón o en la cama».
El martes 7 lloró sin control, buscando conseguir que sus padres no la llevaran de regreso a la escuela, no lo consiguió. El martes 7 de marzo fue otro día de calvario para la niña, el miércoles 8 de marzo su padre la acompañó, le dijo que se quedaría en la escuela con ella porque había una junta de padres de familia, pero al recogerla, la niña casi desfalleció.
Ramón la llevó a casa, asustado, pero todavía la niña se resistía a contar lo que pasaba. Bañada en llanto les dijo “no quiero ir a la escuela porque me pegan, por favor ya no me lleven”. Su madre entonces la tomó en brazos y la llevó a una habitación, ahí le pidió que le explicara “¿cómo te pegan? ¿dónde te pegan? dime en ¿dónde te pegan?»
Mirando fijamente a su madre, la niña alzó sus ropas, su pequeño uniforme y fue entonces que le dijo que la sacaban del kínder, que la desnudaban, que le ponían pelucas y zapatos de tacón, que tocaban sus pezones, que le daban besos, señalando su vagina y en su ano y que le dolía mucho.
En ese momento el matrimonio, desconsolado, buscó ayuda, la llevaron con una ginecóloga ahí en Rioverde, la doctora los recibió, pero les dijo que por la edad, ella no podía revisarla, los canalizó a la Procuraduría y de ahí los mandaron a la capital potosina.
Una vez instalados ante el médico legista y en presencia de su madre, procedieron a revisarla, el primer informe confirmó el abuso.
Con el dolor acuestas, los padres volvieron con la niña a Rioverde y presentaron la denuncia.
Las investigaciones
Ya en Rioverde, iniciaron las investigaciones. Un policía ministerial que, según el padre, se puso listo, descubrió que había un video, pero batalló para conseguirlo. Mientras eso pasaba, la niña recibió atención psicológica, le mostraron fotografías diversas y siempre identificó, sin dudar, a la maestra conocida como Teté.
Cuando el ministerial consiguió el video, efectivamente, era ella la que aparecía en todo momento en acción cuando la pequeña iba al baño, cuando salía, cuando la sustraían.
Las mujeres y hombres malditos de Rioverde, entre los que probablemente se encuentra el dueño del colegio, conocido como “el Boticas”, a quien se le señala como poderoso y violento, no sólo abusaban de la niña, la drogaban, le daban pastillas que, según se dice en el expediente, le hacían ver “changos y osos”.
Cuando saciaban sus bajos y enfermos instintos, los chacales de Rioverde subían a la pequeña en una motocicleta, la llevaban a despoblado, la bajaban y fingían que la abandonarían para luego regresar y advertirle que si decía algo, eso le pasaría.
Pero los chacales, protegidos por quienes ignoran su maldad, salieron en defensa, obligaron al padre de la víctima a cerrar su negocio y a volver a su pueblo, a Matehuala, ahí comenzó una cadena de intimidación que inició con un cristalazo a su camioneta y poco tiempo después la presencia de un pistolero que se hizo presente ante su esposa y otras niñas para asustarlas. Lo último, fue una extorsión telefónica, una llamada presuntamente de los dueños del kínder que le pedían 20 mil pesos a cambio de dejarlo en paz, no pudo pagar esa cantidad, pero depositó cinco mil.
La historia de terror no había concluido, obviamente la policía, la Fiscalía, un tal Jesús Mireles, visitador de Derechos Humanos en el Altiplano, se hizo de la vista gorda, en un año 7 meses fue incapaz de hacer, siquiera, un escrito, ordenando medidas cautelares que pongan a salvo la vida de la víctima y de sus padres.
Este 25 de enero de 2019, Roberto estalló de impotencia, se armó de valor y denunció los hechos en un programa de radio en Matehuala, pidió ayuda al presidente municipal, Jano Segovia, con el fin de que le brinde seguridad y con la esperanza de que la Fiscalía no exponga a la niña, a quien quiere presentar el lunes en Rioverde a las 9:30 de la mañana para que testifique, en un acto que admitió la juez de la causa Dora Irma Carrizales y que expone a la menor a un linchamiento a manos de los defensores de los chacales de Rioverde.
Roberto teme por su integridad, la de su familia y teme que, de ser expuesta, atacada y revictimizada, su niña pueda intentar, de nuevo, quitarse la vida.
https://www.youtube.com/watch?v=qBVoyHlngnQ