Las dramáticas escenas de un ducto de Pemex ardiendo en Hidalgo, incendiando a quienes buscaban ordeñarlo, no hace sino pensar que incluso en la muerte existen niveles y la ironía nunca deja de ser parte de ello. Menos en los pobres.
La peor forma de morir es quemado. La agonía de la muerte de un quemado es larga y dolorosa.
Esos 67 muertos y una centena de heridos lamentablemente son la carne de cañón de un negocio mayor: funcionarios corruptos con líderes del huachicol; líderes del huachicol con narcotraficantes y líderes del huachicol con gasolineros corruptos. A final de cuentas, son la simulación del negocio. Este explosión terminará siendo una forma de poner los ojos de la autoridad en otro lado y no en la investigación. Un distractor pues.
Ellos son los que se embolsan la plata (95% del negocio) y a los huachicoleros les dejan el trabajo de sacar el combustible para ellos; y un poco para que vendan y mantengan a su familia en un negocio ilícito, donde participan todos, desde el más pequeño hasta el abuelo o abuela.
Los muertos son los huachicoleros y los del negocio son los huachiculeros. No dudo tantito que ellos hayan prendido fuego a fin de hacerles ver que la afrenta es mayor.
Dice López Obrador que no jueguen a las vencidas; tal parece que sí, que si están dispuestos jugar a las vencidas.