La inteligencia artificial (IA) continúa revolucionando el mundo, y 2025 promete ser un año clave con avances significativos en diversos sectores. Entre las principales tendencias y retos destaca la consolidación de los «centauros tecnológicos», como el «médico centauro» y el «profesor centauro», que combinan la capacidad analítica de la IA con la intuición humana.
La IA ha demostrado ser crucial en la ciencia, especialmente en áreas como la salud y el cambio climático. Un ejemplo destacado es AlphaFold, cuya tecnología permitió descubrir la estructura de 200 millones de proteínas, un hito que ha abierto nuevas posibilidades en la medicina y el desarrollo de fármacos. Además, plataformas como ClimateNet utilizan IA para predecir eventos climáticos extremos, contribuyendo a la lucha contra el cambio climático.
Uno de los desarrollos más esperados para 2025 es el de agentes de IA autónomos. Empresas como OpenAI, Google y Anthropic están trabajando en modelos que no solo hacen recomendaciones, sino que tomarán decisiones por nosotros. Estos agentes podrán realizar tareas cotidianas como comprar billetes, responder correos electrónicos o gestionar agendas. Con tecnologías como «Claude» de Anthropic, estos sistemas podrían incluso interactuar con las computadoras personales, automatizando tareas de forma más inteligente y personalizada.
Sin embargo, este avance tecnológico plantea interrogantes sobre el control humano. ¿Qué decisiones deberían ser tomadas por la IA y cuáles deben seguir siendo responsabilidad humana? El concepto de «preaprobación» se perfila como esencial para garantizar que los sistemas de IA respeten la autonomía humana.
Además, en el ámbito de la educación y la salud, los modelos de lenguaje pequeños (SLM) emergen como una solución accesible y eficiente. Estos modelos compactos permiten el uso de la IA en dispositivos móviles sin necesidad de una conexión constante a internet, mejorando el acceso a servicios en zonas de recursos limitados.
Finalmente, la regulación europea de la IA, que entrará en vigor en 2026, será crucial para establecer normas y estándares que garanticen el uso ético y seguro de la inteligencia artificial. A medida que la IA se integra más profundamente en nuestras vidas, la gobernanza y la regulación jugarán un papel decisivo en su desarrollo y en los beneficios que puede ofrecer a la humanidad.